Las dos casa de Israel

Las dos casa de Israel

Toraradio.co

martes, 11 de agosto de 2020

 ¿Por qué? 

Junto a nuestro encierro en los hogares, en las redes sociales comenzaron a circular videos que muestran distintas teorías sobre la causa de la aparición del virus que paralizó todo: desde el individuo que destruye la naturaleza hasta aquel que ha pecado contra Dios. La gente, en todas las calles del mundo ha buscado una explicación, una conexión causal, para el fenómeno de la naturaleza que nos agarró desprevenidos. A simple vista, la pregunta “por qué” suena infantil o filosófica, mística o religiosa. Es claro para todos que epidemias siempre hubo, como por ejemplo, la epidemia de la gripe española en 1918 y muchas epidemias anteriores a ella, que mataron poblaciones y ciudades enteras. Sin embargo, la observación de las leyes de la naturaleza desde el punto de vista especial de la auténtica Sabiduría de la Cabalá, puede aportar un poco de luz sobre la situación y sugerir una forma diferente de pensar. De acuerdo a la Sabiduría de la Cabalá, que investiga la evolución del hombre, la sociedad y la naturaleza, el sistema de contacto entre las personas es el factor decisivo detrás de todos los problemas que se nos revelan, comenzando por los problemas de salud, siguiendo con los económicos y hasta los ecológicos. Aunque la investigación del coronavirus a nivel biológico puede localizar las causas biológicas que trajeron su erupción, en la práctica son solo tentativas, consecuencias de una causa mucho más profunda. En cierto modo, este virus es una especie de rompecabezas, que, si logramos resolverlo correctamente, lo veremos como una invitación al próximo nivel de evolución de toda la humanidad. La evolución promueve hacia la conexión Nuestra comprensión del mundo emana del hecho que, conforme al avance de la persona, esta descubre más y más leyes en la naturaleza. Ya en el mundo antiguo descubrieron cómo procesar piedras específicas para transformarlas en hierro, cobre y distintos metales; cómo procesar la materia prima que está en la naturaleza convirtiéndola en alimentos y bebidas como pan y vino. Más adelante, esos fenómenos básicos fueron formulados en el contexto de distintas ciencias: física, química, biología, etc. Los científicos descubrieron la ley de la gravedad, definieron los fundamentos básicos de la naturaleza, las leyes de la energía, la influencia de la energía sobre los distintos materiales, etc. A medida que la humanidad evoluciona, las leyes de la naturaleza se revelan más y más, e incluso desafían las leyes anteriores que fueron descubiertas, como lo hizo Einstein con la teoría de la relatividad respecto a la concepción física que era habitual hasta ese momento. De hecho, todo lo que nos sucede y toda nuestra evolución acontecen en el marco de esas leyes del mundo. En la medida que comprendamos más las leyes de acuerdo a las cuales el mundo opera, es posible comprender mucho más los fenómenos que se revelan ante nosotros, tales como la propagación del coronavirus. La Sabiduría de la Cabalá enfatiza las conexiones entre los diversos tipos de naturaleza. “Hay una conexión general con todos los detalles de la realidad que tenemos ante nosotros”, dice Baal HaSulam, en el artículo “La Libertad”: “es decir, cada una de las criaturas del mundo, de los cuatro tipos: inanimado, vegetal, animal y hablante, obedecen a la ley de la causa y efecto… y esto está claro para todo el que observa los órdenes de la naturaleza en términos de ciencia pura, y sin que intervengan los beneficios propios”. Todos los elementos de la realidad están relacionados entre sí, para cada acción hay una implicación sistémica. Además, durante la evolución, las conexiones entre los elementos de la realidad se entrelazan mucho más. La evolución describe el desarrollo de los seres vivos, de elementos individuales a formas complejas de vida basadas en la colaboración. De modo que la conexión entre compuestos se desarrolla en una célula viva, y la unidad de esa vida básica se conectó durante la creación de múltiples células en los niveles vegetal y animal. También la humanidad evolucionó con tendencia a la comunicación. Hasta hace apenas unos 100 años, el hombre estaba conectado principalmente al entorno físico en el que había crecido, y hoy en día está conectado a un entorno mucho más amplio. El deseo de desarrollo y avance condujo a la formación de medios que crearon una conexión entre personas, países y pueblos. El teléfono, el telégrafo, el tren y la radio conectaron las personas distanciadas, y la red de internet hizo que todos estén disponibles. La tendencia a la comunicación convirtió al mundo en más pequeño, más accesible. La bióloga, Dra. Elizabeth Sartorious, se especializó en la investigación de sistemas de la naturaleza y su evolución. Según ella, la evolución empuja a la naturaleza hacia la diversidad y la individualización y cada vez conduce a conflictos, cuya solución es el avance de la colaboración y la creación de la conexión gradual. Como resultado directo de ese proceso, en el que el mundo se ha convertido en una pequeña aldea global, no es casualidad, sino una etapa natural de evolución de la civilización hacia una conexión inclusiva. Los grandes cabalistas describen esta línea de desarrollo como ley de la naturaleza, una fuerza general que actúa en el sistema de la naturaleza y provoca que esté más interconectada, a través de conexiones y redes de contactos más avanzados. En el lenguaje especial del Libro del Zóhar se ha dicho sobre ello: “así como el cuerpo del humano está dividido en órganos, y todos se posicionan en un peldaño tras otro, se corrigen unos a otros, y todos forman un solo cuerpo. Así es el mundo: todas las criaturas en él, son todas órganos, y están unos sobre otros, y cuando todos se corrijan serán verdaderamente un solo cuerpo,” (El Libro del Zóhar con la Interpretación del Sulam, Parashat Toldot, 3) Hoy en día, algunos hablan del mundo como una especie de “superorganismo”, que debe observarse como una entidad conectada. La responsabilidad mutua enfatizada por el virus, presenta una perspectiva notable para la existencia de ese superorganismo. Cada parte de la naturaleza y cada persona están conectadas entre sí en innumerables contactos. El mundo ha cambiado. Desde un mundo individual en el que cada uno actúa desconectado de los demás, pasamos sin saberlo, a un mundo global e integral, en el que todos estamos interconectados en lo referente a la salud, la ecología, la economía, la política y lo social. Global, significa uno, completo. Integral, significa conectado, que todas las partes están interconectadas y dependen unas de otras, sin excepción. Si bien aún no podemos asimilarlo, eso no cambia el hecho de que nosotros existimos en tal sistema. De hecho, todos los niveles de la naturaleza están conectados en una conexión cuya profundidad descubriremos sólo más adelante en nuestra investigación del sistema de la naturaleza en su totalidad mediante la Sabiduría de la Cabalá. La existencia en un sistema de ese tipo es una cadena de conexiones cada vez más estrecha y requiere un cambio de pensamiento y conducta. Falta de adaptación al mundo conectado El virus, una partícula biológica, nos atrapó en la mitad de la carrera de la vida y de una conexión avanzada. Convertimos a los países en multiculturales, desarrollamos una economía mundial, nos movemos a lo largo y ancho del globo, y esa conectividad se ha utilizado como combustible para convertir un pequeño virus de China en una pandemia mundial. En comparación con la tendencia del progreso evolutivo, que promueve a las partes de la naturaleza hacia la integración, la complementación y las conexiones mejoradas, dentro del individuo se encuentra un mecanismo que actúa bajo leyes opuestas. Un mecanismo que conduce a la separación, y no permite a la persona identificarse como parte de ese sistema, y le impide ver que su beneficio personal puede únicamente ser consecuencia del beneficio del cuerpo en general, y no desconectado del mismo. Este mecanismo se define en la Cabalá como egoísmo, y está compuesto de varios niveles. En el nivel básico, hace que la persona se analice constantemente a sí misma y lo que logró en relación a los demás – comparando la casa, el auto, la carrera, los hijos, la posición económica o social, etc., siendo la ambición constante sentirse por encima de los demás. Como resultado, uno no es capaz de conformarse con lo necesario para una buena existencia, sino que desarrolla una tendencia de aprovecharse más y más del prójimo para su beneficio. Por lo tanto, a diferencia de cualquier otra criatura, el hombre no utiliza sus recursos ni su entorno de manera equilibrada. “La forma del egoísmo, que mediante su uso se vuelve más estrecha”, dice Baal HaSulam, “porque está más o menos obligado a recibir el carácter del odio y explotación del prójimo, para aliviar su propia existencia. Y no se está hablando de odio abstracto, sino del que se revela por las acciones de explotación y abuso del semejante para su beneficio, y va empeorando gradualmente, a saber: estafa, robo, saqueo y asesinato. Y es una máquina de egoísmo estrecho”. (Baal HaSulam, periódico “HaUmá” - La nación). Este mecanismo se manifiesta también a nivel internacional: el deseo de dominar y explotar los territorios, los recursos y las personas, ha sido la base de las guerras más grandes de la historia, y de hecho, estableció y derrocó imperios enteros. A medida que el hombre se desarrolla, se crea una gran presión debido al fuerte contraste entre la fuerza de la naturaleza que empuja a la conexión de mayor calidad, y el mecanismo interno que empuja a la persona, al sector, al pueblo y al país a pensar solamente en la ganancia o pérdida personal. Esto es similar a tirar de una cuerda desde sus dos extremos. La singularidad de este período actual se encuentra en la gran diferencia entre la fuerza del vínculo y la dependencia mutua, y la potencia del egoísmo estrecho que tira exactamente hacia el lado contrario. Si miráramos la realidad con los ojos bien abiertos veríamos que un momento antes del coronavirus estábamos al borde del precipicio: las relaciones internacionales estaban cada vez más cargadas, las guerras comerciales se hicieron más brutales, la amenaza de una guerra nuclear mundial pasó a ser más tangible que nunca, los ataques terroristas afectaron una y otra vez a todos los ciudadanos del mundo. Todo eso debió haber encendido hace tiempo luces de advertencia, y aclarar que la forma de vida egoísta ya no era apropiada para la vida en un sistema interconectado, y si no se producía un cambio habría un colapso sistémico.

El entorno ecológico La actitud egoísta del hombre hacia todo lo que le rodea lo condujo también a la destrucción de la naturaleza. La aspiración de adquirir más y más recursos de la naturaleza sólo para enriquecerse y ganar mayor posición, poder y dominio sobre las demás personas, originaron una competencia alocada y el exacerbado frenesí destruyó la naturaleza. Hoy en día se infiltra la comprensión de que la ruina de la naturaleza por causa del hombre es algo muy peligroso, y los reportes ecológicos lo evidencian bien. Sin embargo, este no es el punto central del problema. ¿Por qué? Debido a que la explotación de la naturaleza por parte del hombre sólo es el resultado de las relaciones egoístas entre las personas, del deseo de cada uno de estar por encima de los demás. El ego hace que la persona vea todo a su alrededor como un medio para lograr ese objetivo, y le crea una perspectiva estrecha y distorsionada de lo inanimado, vegetal, animal y del ser humano. Pero la naturaleza es un sistema integral que une todas sus partes, y dentro de ella ninguna parte puede realmente gobernar. Cuando la humanidad no actúa según las leyes del sistema que obliga a la complementación recíproca sistémica, la contrariedad en el sistema puede expresarse en diferentes grados y formas, como un terremoto, un huracán, una plaga de langostas o el coronavirus. De aquí resulta que es un error pensar que nuestras desgracias terminarán el día que se encuentre una vacuna o medicación contra el coronavirus. Si no vemos la imagen más grande y continuamos con la conducta de abuso que nos caracterizó hasta el momento, incluso si se encuentra una solución para el presente virus, es probable que lleguen tras él otras mutaciones u otro golpe de la naturaleza. Se nos exige redefinir la calidad de la interconexión entre las personas, que constituyen la creación más desarrollada de la naturaleza. La actualización de la forma de interconexión en la sociedad humana influirá sobre la relación del individuo y todo lo que le rodea, y le beneficiará en todos los ámbitos de la vida. La alta conectividad en la naturaleza “Todavía se revelará en el mundo la magnitud del valor del deseo del hombre, y cuán determinante es su nivel en la realidad, a través de los secretos de la Torá (Cabalá). Y su descubrimiento será la corona de toda ciencia”. – Rav Kook, Rav Kook, Luces sagradas III, pág 80. Las conexiones entre los distintos niveles de la naturaleza no se suman solo a aquellos que se revelan a nuestra vista. La naturaleza es un campo de fuerza general, en el que existen todos los elementos y todas las formas de conexión entre sí. En el sistema actúan distintas fuerzas, desde los niveles físico, químico y biológico, hasta el nivel de fuerzas de pensamiento y deseo. Cuanto mayor es el nivel de la fuerza en el sistema, más oculta, sutil y dueña de la mayor influencia e influyente es. La actitud, el pensamiento o el deseo, también provocan una reacción en el sistema, en la medida de la competencia o incompetencia con la fuerza de la naturaleza que empuja a la complementación entre sus partes. Por lo tanto, nuestros pensamientos, nuestra actitud con los demás, la división o la conexión entre nosotros, también son parte del sistema de la naturaleza e influyen en ella. No sólo en el aspecto social, es decir entre las personas, sino también en los distintos niveles de la naturaleza. ¿Por qué? Porque el sistema es uno. Integral. Vinculado. Conectado. La Sabiduría de la Cabalá reveló hace tiempo que cuando los humanos aspiran hacerse daño unos a otros, la relación negativa entre ellos influye sobre todo el sistema de la naturaleza. Es decir, incluso sin llevar a cabo una acción dañina, el propósito del pensamiento y el deseo de lastimar ya daña en la complementación recíproca entre todas las partes del sistema. Es difícil percibirlo, pero nuestros deseos y pensamientos son factores que influyen mucho en toda la naturaleza. Sin embargo, las ruedas de la evolución no nos esperan. Son sistemáticas, por lo tanto, rompen las viejas conexiones entre los humanos, y nos fuerzan a componer nuevas relaciones. Integrales, más avanzadas. Las que serán adecuadas al mundo global del siglo XXI. Entonces, por si no nos queda claro en qué medida dependemos uno del otro, viene el Corona y nos demuestra cómo el virus pasa de una persona a las demás. No hay límites ni distancias, no considera ni la situación económica ni el pedigrí. Y si pensamos que podríamos doblegar las leyes de la naturaleza en nuestro beneficio, hoy resulta que estamos equivocados. La naturaleza es más fuerte que nosotros, y contiene leyes inflexibles. Cuando las comprendamos y actuemos en concordancia con ellas, podremos salir de las casas cerradas a la nueva vida.

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